Después de dormir ni 5 horas fuimos a desayunar a la azotea del hotel, desayunamos bien, por 192 rupias y al aire libre, con unos 30 grados y bofetada de humedad.
Nos recogió el “nuevo” guía Lokesh que es el jefe pero no conducía. Conducía otro que aun no sabemos su nombre, tiempo al tiempo porque no sabemos si habla.
Delhi tiene 20 millones d habitantes, y parece, que por ley, tienen que salir todos a la calle, preferentemente en moto, bici o coche. El tráfico era un caos, pero no esos atasquitos de la M30 a la vuelta de un puente. Imaginaos una carretera de dos carriles por sentido. Pues en el carril izquierdo podía verse a nuestro guía que adelantaba a un coche, que estaba adelantando a un carricoche que adelantaba a una bici con un tio y 10 gallinas que estaba intentando no pillar a una fila de tres chavales que iban al colegio andando mientras sorteaban unas 6 motos y no exageramos, eso con suerte de que por el carril contrario alguien no tuviese la feliz idea de ir por nuestro carril o cambiar de sentido. Resumiendo no hay normas de ningún tipo, aquí los famosos no se tienen que ir a Cuenca a sacar el carné, aquí no hay carné. Mientras en las aceras veíamos la miseria de la pobreza a la cual Salva se acostumbró rápidamente (poco puedes hacer)
El viaje fue raro, se nos cruzaron perros, vacas, ovejas, cabras (hasta aquí normal) cerdos, jabalíes (algo menos normal), monos, serpientes, lagartos gigantes, osos (esto ya no es normal) Un tío ponía un oso a dos patas (versión cabra española) mientas golpeaba el cristal para hacer que le hiciéramos fotos por dinero ya que todo es por dinero y el 100% de su ingenio está dirigido a sacar dinero a los guiris (sobre todo a Carol) Nos paramos en un bar para guiris (todo caro) en mitad de la nada y cuando nos íbamos apareció un señor con una cobra y una flauta para hacerla salir y como la cobra no nos miraba la atizó con la flauta mientras la decía en hindú “míralos coño!” Increíble. Llegamos a Agra al Hotel Trident Hilton Agra. Amor a primera vista. Dejamos las maletas y fuimos al fuerte rojo de Agra. Casi no hay guiris por aquí, por lo que los indios nos mirar y se vuelven locos. A Carol la pidieron hacerse una foto con una familiay la encasquetaron a un bebé, todos felices, ella y los indios.

Después fuimos al Taj Mahal. Aquí lo tienen todo estudiado. Primero te dejan a 300 metros del Taj para que te suba un tío en bici, burro o carricoche (opción que cogimos nosotros, regateando como siempre sin mucho éxito) El carricoche te lleva hasta 50 metros del Taj, donde te empiezan a abordar miles de niños con postales, llaveros o tarjetas de tiendas. Tras comprar la entrada (15 Euros por cabeza, los indios pagan 40 céntimos) nos cachearon a saco (cachete con cachete pechito con pechito y ombligo con ombligo) Aparte n puedes meter móvil (date la vuelta, dejalo en un cuchitril con las mas sofisticadas medidas de seguridad (un tio con una libreta) y vuelta a la cola y vuelta al manoseo. Cuando Salva llegó de segundas, después de pegarse un fregado el segurata me dice que el cable USB de la camarada fotos tampoco (estos se creen que soy Mc Giver y con un cable, un teléfono y un chicle puedo volar el Taj Mahal) De terceras ya me dejaron entrar, menos mal…Una vez dentro y antes de llegar al Taj, podemos decir bque somos las únicas personas que se han metido un sándwich de chorizo y jamón. Nos pillaros (obviamente) pero no pasó nada, solo que no se puede comer y ya está.

El Taj es impresionante, una belleza, nunca lo olvidaremos por muchas razones. Después de mil fotos lo vimos por dentro y está mas vació que la catedral de Valladolid, solo una tumba que huele a pies ya que en las mezquitas árabes tienes que entrar en pieses.
Después del Taj Lockhes nos llevó a una tienda (amiga, buena calidad) de te, pillamos algo de te (te pa tos) quien venga a casa: toma te! y para el hotel. Ducha, cenamos en el propio hotel muy bien y a sobar.